Vistas de página en total
lunes, 16 de abril de 2012
El Odio nos hace muy peligrosos
Continuamente nos enfrentamos a historias de odio. Aún hoy es difícil de entender cómo el nazismo pudo generar un sentir antisemita tan profundo, que arrastró a la muerte a 6 millones de judíos… entre ellos bebés y niños que nunca dañaron a nadie. Pero las historias de odio permanecen y siguen generando gran dolor, como el causado recientemente por el asesinato en Francia de 3 niños y su profesor o el generado por los progenitores que cada año matan a sus hijos por rencor hacia sus exparejas.
Pero ¿qué sabemos de este sentimiento? ¿Forma parte de la naturaleza humana? ¿Es posible controlarlo?
De lo que no cabe duda es que es una emoción muy negativa, poderosa y altamente peligrosa.
Numerosas investigaciones provenientes de la psicología social y clínica explican por qué. El odio posee gran capacidad de aprendizaje y de contagio. Es fácil de activar y muy difícil de controlar. Nos hace vulnerables y sobre todo muy manipulables, lo que puede transformarnos en seres dañinos y sin escrúpulos.
Pero hay otro odio que no surge del contagio sino del desamor, desencanto o frustración. Con frecuencia va dirigido a personas a las que antes se quería o admiraba: un jefe, un amor, un amigo. Este odio también es peligroso. Pero ¿Cómo se puede odiar a quien tanto se ha querido o admirado?
Estudios en clínica establecen que el amor, la admiración o la amistad provocan emociones muy intensas. Al ser dañados o traicionados por quien las genera, estos sentimientos necesitan sustituirse por otros igual de potentes para no hundirnos.Estos sentimientos necesitan sustituirse por otros igual de potentes para no hundirnos El odio es para muchos una forma de sobrevivir. Produce energía suficiente para compensar el dolor y seguir viviendo.
También las neurociencias han obtenido resultados que ayudan a comprender mejor por qué es tan fácil pasar del amor al odio. Destaca la investigación realizada recientemente en el Laboratorio de Neurobiología del University College de Londres.
En ella se han analizado las bases biológicas del odio. Gracias a los hallazgos de este equipo, hoy entendemos mucho mejor qué pasa en el cerebro de las personas que odian.
Los resultados de esta investigación han logrado demostrar cómo desde un punto de vista biológico, el odio es un sentimiento muy complejo que activa numerosas áreas cerebrales.
Pero también descubrieron algo inesperado. Que muchas regiones que se activan cuando se odia son las mismas que cuando se está enamorado. Siempre hemos sabido que existe una línea muy estrecha entre el odio y el amor aunque no siempre hemos comprendido bien por qué. Gracias a este estudio sabemos al fin que ambas pasiones comparten más semejanzas que ninguna otra emoción.
El circuito cerebral del odio, muy eficaz para hacer daño
En un principio, el circuito del odio y el amor implica áreas cerebrales que hacen que ambas tengan un componente irracional y a veces incluso agresivo. Sin embargo, más tarde ambas emociones toman caminos muy diferentes. El sentimiento amoroso inhibe muchas zonas del cerebro destinadas al procesamiento racional. Este descubrimiento explica por qué el amor nubla el entendimiento o impide ver al ser amado tal cual es.
El odio, por el contrario, activa zonas de la corteza frontal que se inhiben en el amor y permiten a la persona que odia Las regiones cerebrales que se activan cuando se odia son las mismas que cuando se está enamoradoser altamente eficaz a la hora de calcular acciones destinadas a dañar a la persona odiada; planificar conductas de agresión; evaluar, predecir, anticipar las reacciones de los demás o encubrirse a sí mismo.
Los resultados de este estudio son de gran interés. Demuestran que los individuos que odian son mucho más peligrosos de lo que se creía. Explica por qué parecen a veces tan inteligentes y por qué sus acciones son tan efectivas. Además demuestran algo importante: son muy conscientes de los actos que realizan contra la persona odiada.
También presentan pruebas de por qué el odio puede provocar tanto mal y por qué fomentarlo puede llegar a producir consecuencias graves.
Pero lo cierto es que a pesar de conocer sobradamente sus consecuencias hoy el odio sigue alentándose. A veces de manera sutil. Odio es la palabra que mejor define el sentir de ciertos islamistas radicales por occidente o el de algunos hinchas por el equipo contrario o el de habitantes de unos territorios por otros… En la moral de los líderes se encuentra la clave.
Lo que todos los estudios coinciden en afirmar es que el odio es un sentir patológico y con consecuencias graves para aquel que lo siente y para aquellos a los que éste va dirigido.
Sin embargo, no siempre es fácil reconocer a personas con emociones tan dañinas, dado que el odio favorece el desarrollo de capacidades para encubrir esa emoción. Pero también porque los que odian poseen mecanismos aún no suficientemente estudiados, que les permite llevar una vida normalizada cuando conviven con esa parte de la humanidad a la que no odian.
El museo del holocausto de EEUU en Washington contiene un álbum con fotos perteneciente a Karl Höcker, mano derecha El odio favorece el desarrollo de capacidades que lo encubrendel jefe del campo de Auschwitz. En ellas se muestra la vida alegre y distendida de varios nazis tras una dura jornada de trabajo exterminando judíos.
Lo más terrible de encajar es que esas imágenes muestran personas “aparentemente normales, amigables, incluso bondadosas”. Nada en sus rostros muestra maldad esperada en seres que horas antes mataban despiadadamente. Quizás sea verdad. El daño generado por los que odian, no les impide gozar de otra vida llena amor, amistad o alegría. Qué paradoja. Es una lástima que muchas víctimas del odio no puedan decir lo mismo.
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
No hay comentarios:
Publicar un comentario