LAS GUERRAS DE TODA LA VIDA
El libro negro del comunismo
Por Horacio Vázquez-Rial
Por fin, después de trece años, tenemos en la mano una nueva edición de El Libro negro del comunismo. Hubo una edición en Espasa que desapareció rápidamente de las estanterías y que circuló más tarde al estilo samizdat, en fotocopias de capítulos, entre los más apasionados estudiosos de los crímenes del socialismo real. Y después, fuese y no hubo nada.
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Tengo para mí que determinados editores, que mantuvieron los derechos durante más tiempo del debido, tuvieron sus razones para no republicarlo. Nótese que la edición de Espasa es de 1998, hecha en pleno gobierno del PP, lo que no significa que fuese el gobierno el que diera el visto bueno para su aparición, sino que parecía posible que hubiese en España lectores de derechas. El título deriva del Livre Noir de Vasili Grossman e Ilya Ehrenburg, escrito en 1945-46 a pedido del Comité Judío Antifascista, y que no vio la luz (y la vio en francés) hasta medio siglo más tarde: Stalin no quería saber nada de la especificidad de la Shoá, por razones que huelga comentar.
Hubiera sido muy difícil publicarlo antes de Aznar, cuando se suponía que los libros los compraban las izquierdas y, por lo tanto, no era negocio. Lo de libro negro sonaba aún a anticomunismo de Guerra Fría e iba a ser despreciado. Es posible que alguien se llevara un susto al ver que se vendía como rosquillas y que hubiese aguantado varias ediciones, de modo que no se reeditó. Con el anticomunismo de Guerra Fría se perdieron muchos tesoros que hoy estamos en proceso de recuperar –valga el ejemplo de Yo escogí la libertad, de Kravchenko, cuyo prólogo escribí, y que fue reseñado en estas mismas páginas por José María Marco–. Tuvo que pasar todavía un tiempo para que los poderes impresionantes –del verbo imprimir– se adaptaran a la idea de que cabía editarlo.
Ciertamente, en estos años se le fue allanando el camino al Libro negro: aparecieron varias obra comparativas de las personalidades de Hitler y Stalin, los libros de los grandes disidentes, desde Solzhenitsyn hastaGrossman y Shálamov, los tres volúmenes sobre los procesos a los intelectuales de Vitaly Shentalinski y, last but not least, el tremendo libro de Martin Amis Koba el Temible. La risa y los veinte millones, fundado en parte en este Libro negro del que hablamos hoy y en parte en el privilegio de haberse criado Amis muy cerca de Robert Conquest, el primer historiador crítico del estalinismo (faltan en español las obras de Conquest, fundamentales en todo este asunto).
Por el empeño personal de un editor que es a la vez un excelente historiador, Ricardo Artola, director editorial de Ediciones B, lo tenemos otra vez al alcance. Corra usted, lector, a su librería, y hágase con un ejemplar. Tendrá la más completa de las historias del crimen político de izquierdas, no sólo en Rusia, también en Europa Central, China, Corea, Vietnam, Camboya, América Latina, África y Afganistán. En la introducción, Stéphane Courtois, editor de la obra y director del Centro Nacional de Investigaciones Científicas de Francia, precisa algunos datos relevantes:
Hubiera sido muy difícil publicarlo antes de Aznar, cuando se suponía que los libros los compraban las izquierdas y, por lo tanto, no era negocio. Lo de libro negro sonaba aún a anticomunismo de Guerra Fría e iba a ser despreciado. Es posible que alguien se llevara un susto al ver que se vendía como rosquillas y que hubiese aguantado varias ediciones, de modo que no se reeditó. Con el anticomunismo de Guerra Fría se perdieron muchos tesoros que hoy estamos en proceso de recuperar –valga el ejemplo de Yo escogí la libertad, de Kravchenko, cuyo prólogo escribí, y que fue reseñado en estas mismas páginas por José María Marco–. Tuvo que pasar todavía un tiempo para que los poderes impresionantes –del verbo imprimir– se adaptaran a la idea de que cabía editarlo.
Ciertamente, en estos años se le fue allanando el camino al Libro negro: aparecieron varias obra comparativas de las personalidades de Hitler y Stalin, los libros de los grandes disidentes, desde Solzhenitsyn hastaGrossman y Shálamov, los tres volúmenes sobre los procesos a los intelectuales de Vitaly Shentalinski y, last but not least, el tremendo libro de Martin Amis Koba el Temible. La risa y los veinte millones, fundado en parte en este Libro negro del que hablamos hoy y en parte en el privilegio de haberse criado Amis muy cerca de Robert Conquest, el primer historiador crítico del estalinismo (faltan en español las obras de Conquest, fundamentales en todo este asunto).
Por el empeño personal de un editor que es a la vez un excelente historiador, Ricardo Artola, director editorial de Ediciones B, lo tenemos otra vez al alcance. Corra usted, lector, a su librería, y hágase con un ejemplar. Tendrá la más completa de las historias del crimen político de izquierdas, no sólo en Rusia, también en Europa Central, China, Corea, Vietnam, Camboya, América Latina, África y Afganistán. En la introducción, Stéphane Courtois, editor de la obra y director del Centro Nacional de Investigaciones Científicas de Francia, precisa algunos datos relevantes:
– El balance resumido del terror nazi: 15 millones de civiles muertos en los países ocupados; 5,1 millones de judíos –ya sé: es revisionista; pero en modo alguno negacionista–; 3,3 millones de prisioneros de guerra soviéticos; 1,1 millones de deportados muertos en los campos; varios centenares de miles de gitanos; 8 millones de personas condenadas a trabajos forzados y 1,6 millones de detenidos en campos de concentración que no murieron. 25 millones de muertos, pues, y un total de 35 de represaliados.
– En cuanto a la URSS; fusilamiento de decenas de miles de rehenes o de personas confinadas en prisión sin juicio, y asesinato de cientos de miles de obreros y de campesinos rebeldes entre 1918 y 1922 (más que el total de los muertos por el terror zarista en 400 años, en sólo cuatro); hambruna –planificada– de 1922: 5 millones; liquidación y deportación de los cosacos del Don en 1920, asesinato en los campos de concentración de decenas de miles entre 1918 y 1930; 690.000 personas muertas en la Gran Purga de 1937-38; deportación de dos millones de kulaks en 1930-32; destrucción por hambre provocada y no auxiliada de seis millones de ucranianos en 1932-33; deportación de miles de personas procedentes de Polonia, Ucrania, los países bálticos, Moldavia y Besarabia en 1939-41 y 1944-45; deportación de los alemanes del Volga en 1941; deportación y abandono de los tártaros de Crimea en 1943, de los chechenos en 1944, de los ingushetios en 1944. Total: los veinte millones de los que habla Amis.
Pero a ello hay que sumar China (75 millones de muertos), Camboya (dos millones), Vietnam (un millón), Corea (2 millones), etc., a lo largo de varias décadas. Sin contar con que Corea y China siguen en plena actividad, ahora incluso por razones comerciales: la exportación de órganos de ejecutados, cosa de la que no tratan los autores de la obra por obvias razones temporales, ya que el libro es de 1997.
Stéphane Courtois es el editor, pero colaboraron con él otros personajes con currículos no mucho más escuetos que el suyo: Nicolas Werth, Jean-Louis Panné –que firma con Courtois el capítulo referido a la intervención soviética en España, de gran interés y complementario del Libro negro de Carrillo de José Javier Esparza, que reseñé aquí hace poco–, Andrej Paczkowski, Karel Bartosek, Jean-Louis Margolin comparten la portada con él. Pero el libro tiene aún más autores, como Sylvain Boulouque, experta en Afganistán; Yves Santamaría, dedicado a lo que él llama "afrocomunismos" de Etiopía, Angola y Mozambique; Pierre Rigoulot, que conoce bien el proceso coreano, o Pascal Fontaine, que trata de América Latina. En todos los casos se trata no sólo de la historia oscura de los partidos "comunistas y obreros" –como gustaba decir a los soviéticos– que llegaron al poder, también de los estropicios de los cerca de diez mil que no llegaron: véase Sendero Luminoso en Perú, del que en esta obra se informa por extenso.
Quizás El libro negro del comunismo no sea, como sí lo es el Koba de Amis, un libro para sentarse a leer. Puede que el lector se desanime ante sus 1.055 páginas si se propone una lectura continuada. Pero es uno de esos libros que hay que tener a mano cuando se leen los periódicos. Es uno de esos libros que se pueden abrir en cualquier parte para quedarse fascinado con un capítulo, una información sorprendente, un documento –por ejemplo, el intercambio de cartas entre Shólojov y Stalin de las páginas 222-224, donde se revela cómo hasta el más oficialista de los escritores soviéticos, el autor de El Don apacible y premio Nobel negociado, corría peligro si molestaba al Guía de la Revolución–. Es uno de esos libros que hay que leer antes de viajar a Vietnam, ahora que está de moda, para entender lo que ninguna guía te va a explicar sobre esa pobre gente que luchó contra el imperialismo yanqui por el socialismo y el encantador "tío Ho" de la propaganda de izquierdas.
Somos nuestras obras pero, sobre todo, somos nuestros pecados.
Stéphane Courtois es el editor, pero colaboraron con él otros personajes con currículos no mucho más escuetos que el suyo: Nicolas Werth, Jean-Louis Panné –que firma con Courtois el capítulo referido a la intervención soviética en España, de gran interés y complementario del Libro negro de Carrillo de José Javier Esparza, que reseñé aquí hace poco–, Andrej Paczkowski, Karel Bartosek, Jean-Louis Margolin comparten la portada con él. Pero el libro tiene aún más autores, como Sylvain Boulouque, experta en Afganistán; Yves Santamaría, dedicado a lo que él llama "afrocomunismos" de Etiopía, Angola y Mozambique; Pierre Rigoulot, que conoce bien el proceso coreano, o Pascal Fontaine, que trata de América Latina. En todos los casos se trata no sólo de la historia oscura de los partidos "comunistas y obreros" –como gustaba decir a los soviéticos– que llegaron al poder, también de los estropicios de los cerca de diez mil que no llegaron: véase Sendero Luminoso en Perú, del que en esta obra se informa por extenso.
Quizás El libro negro del comunismo no sea, como sí lo es el Koba de Amis, un libro para sentarse a leer. Puede que el lector se desanime ante sus 1.055 páginas si se propone una lectura continuada. Pero es uno de esos libros que hay que tener a mano cuando se leen los periódicos. Es uno de esos libros que se pueden abrir en cualquier parte para quedarse fascinado con un capítulo, una información sorprendente, un documento –por ejemplo, el intercambio de cartas entre Shólojov y Stalin de las páginas 222-224, donde se revela cómo hasta el más oficialista de los escritores soviéticos, el autor de El Don apacible y premio Nobel negociado, corría peligro si molestaba al Guía de la Revolución–. Es uno de esos libros que hay que leer antes de viajar a Vietnam, ahora que está de moda, para entender lo que ninguna guía te va a explicar sobre esa pobre gente que luchó contra el imperialismo yanqui por el socialismo y el encantador "tío Ho" de la propaganda de izquierdas.
Somos nuestras obras pero, sobre todo, somos nuestros pecados.
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