Esto de la decadencia, y además "convenida" –¿por quienes?–, me ha suscitado el recuerdo de la "tupida red de la política de concupiscencia". De ese modo expresaba el general Primo de Rivera el descontento con la denominada. Lo hizo en el manifiesto con el que anunció, en septiembre de 1923, su golpe. Claro que ya no se escribe como entonces, ni de lejos. Pero el sentido permanece. No en vano Primo se propuso liberar a la patria de "los profesionales de la política", artífices, según decía, del "cuadro de desdichas e inmoralidades" que afligía a España. Para ello acabó con las Cortes y con los partidos políticos: "La responsabilidad colectiva de los partidos políticos la sancionamos con este apartamiento total a que los condenamos". El resto y sus terribles consecuencias son Historia, pero el discurso antipolítico reaparece, cada tanto, enfundado en nuevos trajes. Ahora también en una toga.
Los convocantes de Ocupa el Congreso han quedado libres de toda culpa y legitimados para continuar con sus intentos. Cosa que harán, seguramente, como se puede colegir de los currículos. Entre los seráficos imputados había, por ejemplo, militantes de Izquierda Castellana, parte de la candidatura Iniciativa Internacionalista que contó, en 2009, con el apoyo de Batasuna. En fin, ya puestos, igual conviene levantar el blindaje del Congreso para que, a la próxima, puedan entrar y despacharse a gusto. Total, son gentes de natural pacífico, respetuoso, a las que sólo la presencia policial convierte en agresivas. Cierto, también las excita la clase política, pero ésta, dada su decadencia, convenida por Pedraz, se merece cualquier cosa.
No hay comentarios:
Publicar un comentario