El juez Santiago Pedraz, con su melena al viento, ha hecho un auto en el que en vez de limitarse a exonerar de toda culpa a los cinco imputados de intentar asaltar el congreso el pasado 25 de septiembre, ha aprovechado para descalificar a la “llamada clase política” como si “la clase judicial” no dejase mucho que desear, o “la clase bancaria”, “la clase periodística”, o “la clase sindical” estuviesen libres de toda responsabilidad en el deterioro que sufrimos y que luego airean otros indocumentados por ahí fuera.
Por nuestras calles, por los despachos y por algunas tertulias, se pasean no pocos santones que parecen ungidos de la verdad pero que son incapaces de hacer otro ejercicio distinto al de lanzar anatemas. La moda de ir de exquisitos como si lo que nos ocurre a algunos no les concerniese empieza a resultar cargante. A mí me recuerdan al tonto que mira al dedo cuando se le señala la luna.
Por nuestras calles, por los despachos y por algunas tertulias, se pasean no pocos santones que parecen ungidos de la verdad pero que son incapaces de hacer otro ejercicio distinto al de lanzar anatemas. La moda de ir de exquisitos como si lo que nos ocurre a algunos no les concerniese empieza a resultar cargante. A mí me recuerdan al tonto que mira al dedo cuando se le señala la luna.
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